¿Por qué nos deprimimos?

Aunque la tristeza, al igual que todas las emociones que experimentamos, tiene un enorme valor adaptativo, en ocasiones puede derivar en un trastorno depresivo que termine por interferir en nuestra vida y nos provoque un malestar clínicamente significativo.

Gracias a centenares de investigadores, hoy en día contamos con muchos modelos para explicar la génesis y el mantenimiento de esta patología. No obstante, tenemos que reconocer que las variables que influyen en la depresión pueden ser tantas y tan variadas (desajuste de neurotransmisores u hormonas, ausencia de apoyo social, estrés y ansiedad, presencia de enfermedades físicas, vulnerabilidad biológica, sufrir pérdidas importantes…) que la lista de casusas y posibles explicaciones sería larguísima y siempre ofrecería una visión parcial.

Por nombrar solo algunas de las teorías explicativas más relevantes, tenemos la teoría cognitiva de la depresión de Aaron T. Beck, la teoría de los estilos atribucionales de Seligman, la teoría del autocontrol de Rehm, etc. Sin desmerecer ninguna de ellas, hoy queremos hablaros del modelo conductual de la depresión de Lewinsohn.

Según este modelo, lo que explicaría el desarrollo y la continuidad de la depresión en una persona no es otra cosa que la ausencia o pérdida de reforzadores (fuentes de satisfacción, experiencias agradables, etc.) ante las conductas que emite en la mayor parte de áreas de su vida. Esto suele darse tras un acontecimiento adverso, pero también puede suceder ante desencadenantes menos claros, como un entorno frío u hostil en general o la incapacidad la persona para relacionarse adecuadamente con su entorno social.

De forma muy resumida, lo que vemos es que, ante esta ausencia de gratificación o satisfacción, la persona comienza a reducir su actividad (por ejemplo, deja de salir con amigos, reduce sus actividades de ocio, etc.), con lo que va perdiendo progresivamente más reforzadores, aumentando todavía más los sentimientos de desmotivación o falta de interés, y provocando más inactividad en un círculo vicioso depresivo. Esta incapacidad para experimentar placer se denomina anhedonia, y es, junto con la tristeza, uno de los síntomas claves de la depresión. Además, cuando la situación de pasividad se mantiene, la persona suele ir interiorizando la idea de que si su comportamiento no es reforzado es por culpa suya, apareciendo pensamientos negativos sobre sí mismo, baja autoestima y emociones asociadas como la ansiedad, que nuevamente llevan a la evitación de situaciones y actividades.

El corolario al que nos lleva este modelo es que, precisamente cuando nos sintamos tristes o sin ganas de hacer cosas es cuando más debemos esforzarnos por salir a la calle, quedar con amigos y buscar diferentes fuentes de satisfacción o reforzamiento. Esta es la base de la terapia de activación conductual, que tan buenos resultados obtiene cuando se aplica con sujetos deprimidos.

Si quieres saber más sobre esta terapia o tienes un problema relacionado con la depresión y quieres más información o ayuda, no dudes en consultar con StudioPsicología a través de nuestra pestaña de contacto.